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Hoja de rosal (óleo sobre tablilla)

Hoja de rosal mini, óleo sobre tablilla, Esther Álvarez

Hoja de rosal mini, óleo sobre tablilla, Esther Álvarez

Hoja de rosal mini, óleo sobre tablilla, Esther Álvarez

Hoja de rosal mini, óleo sobre tablilla, Esther Álvarez



Título:Hoja de rosal mini.
Soporte:Tablilla entelada.
Pintura:Óleo.
Tamaño:33 cm. (ancho) x 46 cm. (alto).
Notas:Obra original basada en macrofotografía de Ángel Cabrera.
PRECIO:14.900 €

Gotas de desamor y pinceles de redención

Nació como un lienzo de experimentación, una prueba de mis habilidades para capturar la fluidez del agua. Un mero ejercicio técnico, sin alma ni ambición, o eso creía yo.

Las gotas de agua caían sobre el lienzo como lágrimas silenciosas, reflejando mi propia desilusión con la obra. La fotografía, una macrofotografía obra de mi pareja, Ángel Cabrera, mi aliada habitual, me traicionaba, incapaz de captar la esencia de lo que mis pinceles intentaban plasmar.

Frustrada, contemplé la posibilidad de abandonarla, de relegarla al olvido en un rincón del taller. Pero algo me detuvo, una fuerza invisible que me susurraba que siguiera adelante.

Mi pareja, al ver el cuadro inacabado, quedó fascinado. Sus ojos brillaban con una emoción que yo no había logrado sentir. "Es una de tus mejores obras", me dijo con convicción. Mi hija, con su inocencia infantil, aunque ahora ya adulta, también se enamoró de la pintura. Sus pequeñas manos acariciaban las gotas de agua pintadas, como si quisieran atrapar su magia.

Sus palabras, su mirada, su amor por la obra que yo consideraba fallida, me conmovieron profundamente.

Comprendí que el arte no solo reside en la técnica o la perfección, sino también en la capacidad de emocionar, de conectar con el espectador.

Regresé al lienzo con renovada energía, guiada por la pasión de mi pareja y la ternura de mi hija. Las gotas de agua ya no eran solo formas sin sentido, sino símbolos de las emociones que me inundaban: la duda, la frustración, el amor, la esperanza.

Cada pincelada era un acto de redención, una forma de transformar la desilusión en belleza. El cuadro, que nació como un mero ejercicio, se convirtió en un reflejo de mi alma, en un testimonio del poder transformador del amor y la creencia en uno mismo.

Hoy, cuando contemplo la obra terminada, ya no veo un lienzo inacabado y fallido.

Veo un reflejo de mi viaje como artista y como mujer, un recordatorio de que la inspiración puede surgir de los lugares más inesperados, y que el amor y el apoyo de quienes nos rodean pueden ser el faro que nos guíe en la oscuridad.
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